A veces, lo primero que te preguntan al llegar a una casa es: ¿café o té? Como si no hubiera más opciones. Como si esa simple elección definiera por completo quién eres. Y aunque parezca una tontería, esa forma de preguntar encierra una trampa muy común en nuestro día a día: la falacia de la falsa dicotomía.
Este artículo no va solo de café o té. Va de cómo pensamos, de los errores que cometemos al razonar y de cómo podemos aprender a detectar las trampas lógicas que nos rodean para tomar decisiones con más claridad. Y si en el camino redescubres que puedes disfrutar de ambos, mejor.
La falsa dicotomía: cuando te hacen elegir entre dos opciones que no lo son todo
La falsa dicotomía (o falso dilema) es una falacia lógica en la que se presentan solo dos opciones posibles, como si fueran las únicas, cuando en realidad hay más alternativas.
“¿Eres de café o de té?”
Puede que seas de ambos. De ninguno. O de agua con limón. Pero la pregunta te obliga a colocarte en un lado u otro.
Lo mismo pasa en muchas otras situaciones:
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“O estás con nosotros, o estás contra nosotros.”
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“O estudias una carrera universitaria o fracasas en la vida.”
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“Si no apoyas esta medida, es que no te importa el planeta.”
Este tipo de planteamientos simplifican la realidad y muchas veces te arrastran a elegir sin pensar realmente. Son cómodos para quien quiere convencerte, pero peligrosos si lo que buscas es entender el mundo con más matices.
Otras falacias comunes que encuentras cada día

La falsa dicotomía es solo una entre muchas trampas del razonamiento. Aquí van algunas otras que conviene tener en el radar:
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Hombre de paja: Consiste en caricaturizar el argumento del otro para hacerlo más fácil de atacar. Ejemplo: “Dices que deberíamos regular el uso de coches… entonces quieres que volvamos a vivir en cuevas.”
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Ad hominem: En lugar de responder al argumento, se ataca a la persona que lo defiende. Por ejemplo: “¿Tú hablando de salud mental? Pero si ni siquiera has terminado el instituto.”
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Generalización apresurada: Se saca una conclusión general a partir de pocos casos. “Me robaron una vez en Barcelona. Esa ciudad es peligrosa.”
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Falsa causa (post hoc): Asumir que, si algo ocurrió después de otra cosa, lo primero causó lo segundo. “Salí sin paraguas y llovió. Cada vez que me olvido el paraguas, llueve.”
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Apelación a la autoridad: Usar la opinión de alguien famoso o con prestigio como si fuera una prueba definitiva. “Un actor conocido dice que esta dieta cura todo, así que debe funcionar.”
Identificar estas falacias te ayuda no solo a pensar mejor, sino a comunicarte mejor, evitar malentendidos y defender tus ideas con claridad.
¿Y qué tienen que ver los sesgos cognitivos con todo esto?
Las falacias no suelen aparecer solas. Muchas veces caemos en ellas por culpa de sesgos cognitivos: atajos mentales que usamos para ahorrar esfuerzo, pero que nos hacen cometer errores sistemáticos al pensar.
Algunos de los más comunes:
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Sesgo de confirmación: Buscas y recuerdas solo la información que confirma lo que ya crees. Si piensas que trabajar desde casa es improductivo, solo prestarás atención a ejemplos de gente que pierde el tiempo, ignorando a quienes son eficaces.
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Sesgo de autoridad: Das más peso a la opinión de alguien solo por su prestigio o posición, aunque no tenga argumentos sólidos.
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Sesgo de disponibilidad: Das más importancia a lo que recuerdas fácilmente, aunque no sea lo más representativo. Por ejemplo, pensar que volar es peligroso porque has visto muchas noticias sobre accidentes aéreos, cuando en realidad es uno de los medios más seguros.
Estos sesgos no son defectos personales. Todos los tenemos. Pero cuando los reconoces, puedes tomar distancia, observar tus pensamientos con más calma y tomar decisiones más libres.
¿Cómo evitar caer en estas trampas?
No se trata de convertirte en filósofo ni en policía del pensamiento, pero sí de desarrollar una mirada más crítica y consciente. Aquí van algunas ideas sencillas para empezar:
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Hazte preguntas antes de responder afirmaciones rotundas. ¿De verdad solo hay dos opciones? ¿Qué posibilidades se están dejando fuera?
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Busca el matiz en lugar del extremo. Lo real suele estar en los grises, no en el blanco o el negro.
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Contrasta tus ideas con fuentes distintas, aunque no estés de acuerdo. A veces una opinión contraria bien argumentada es lo que más te ayuda a pensar.
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Revisa tus sesgos sin culpa, pero con honestidad. ¿Estás buscando razones o excusas?
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Practica el desacuerdo respetuoso. No hace falta ganar discusiones, sino entender mejor.
Para terminar
Elegir entre café o té no define quién eres. Pero la forma en que piensas sí que influye en cómo tomas decisiones cada día. En un mundo lleno de mensajes simplificados, opiniones rotundas y verdades a medias, pensar con claridad es un acto de cuidado personal.
Así que la próxima vez que sientas que te empujan a elegir entre dos extremos… recuerda que también puedes hacer una pausa, pensar con calma y elegir por ti mismo. Y si lo que eliges es un buen café o un buen té, en Koficafë tienes opciones para ambos.