Píldoras kofiteras

Hay días en los que te sientas a trabajar y todo fluye. No miras el reloj, no te molesta el móvil, no sientes hambre. Estás tan metido en lo que haces que el resto desaparece. Eso es el estado de flow, y sí: un buen café puede ser el mejor aliado para alcanzarlo.

Hay días en los que el café sabe distinto. No porque hayas cambiado la receta o el origen, sino porque algo dentro de ti se ha alineado con lo que estás haciendo. En esos momentos, el ritual de preparar una taza deja de ser una rutina para convertirse en algo más. Una pausa, una forma de habitar el presente.

Hablar de café es hablar de pausa. Una pausa que siempre tiene un lugar. Está enmarcada por objetos, luz, texturas y sonidos. Una cocina silenciosa al amanecer, una cafetería donde el bullicio tiene ritmo, un banco en una plaza con el sol en la cara. Cada espacio transforma el gesto de tomar café. Y en ese cruce entre arquitectura y ritual cotidiano, hay una historia que vale la pena contar.

Hay frases que se quedan en la memoria por su sencillez, y esta es una de ellas: si quieres un buen café, sigue a los ciclistas. Suena exagerado, incluso críptico, pero esconde una verdad que quienes pedalean y quienes tuestan granos conocen bien. Porque desde hace años, el ciclismo y el café de especialidad pedalean en paralelo, compartiendo rituales, valores y puntos de encuentro.

Cada día disfrutas tu taza de café, pero ¿qué haces después con los posos? Aunque suelen acabar en la basura, estos residuos tienen un increíble potencial para una segunda vida. Además, cuando utilizas un café de alta calidad, como el café de especialidad, los posos conservan mejor sus nutrientes y propiedades beneficiosas, aumentando así su valor para reutilizarlos en distintas aplicaciones domésticas.